Atlixco. - Bajo el cielo sereno de octubre una figura imponente y colorida, la Catrina que adornaba el corazón del fraccionamiento La Candelaria, ubicado a 15 minutos de la cabecera, quedó desplazada discretamente una cuadra más abajo.
Lo que parecía un simple movimiento decorativo terminó por revelar una historia de inconformidad, orgullo y, quizá, un poco de enojo vecinal. Habitantes del lugar aseguran que “algunos pocos inconformes” manifestaron su molestia por la instalación de la figura monumental, símbolo del arte popular y del espíritu de Todos Santos.
La razón exacta del disgusto se desconoce, aunque se habla de desacuerdos estéticos, de la incomodidad que generaban las visitas constantes para tomarse fotografías y el asunto de la movilidad.
Sin embargo, el nuevo emplazamiento de la Catrina trajo una inesperada sorpresa: el efecto de las luces en su nueva ubicación la hace resplandecer con una fuerza visual que antes no tenía. “Ahora se ve espectacular”, comentan los habitantes quienes no dudan en compartir imágenes en redes sociales como un acto de defensa simbólica ante lo que consideran una injusticia.
Entre murmullos y comentarios, la figura se transformó en un ícono de resistencia artística. De ser rechazada, pasó a ser admirada, y ahora muchos piden que permanezca ahí “para siempre”. Lo que nació como una expresión cultural terminó convertido en espejo de una comunidad dividida entre la tradición y la inconformidad.
Al caer la noche las luces siguen encendidas. Y en medio de la calle, la Catrina desplazada sonríe, testigo silenciosa de cómo incluso los desacuerdos pueden dar paso a una belleza inesperada.
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Foto Cortesía
LMR
