Atlixco. El tiempo avanza lentamente en una plaza de toros de esta región donde más tarde arrancará un jaripeo programado. Sin embargo, mucho antes de que el espectáculo diera inicio un grupo de personas ya agitaba el entorno con una costumbre arraigada en algunos ranchos de la zona: soltar un toro “nomás para calentar el ambiente”.
El toro irrumpió en los alrededores y, como si se tratara de una escena repetida cientos de veces, los presentes comenzaron a correr en distintas direcciones. La tierra se levantó, los sombreros salieron disparados y más de uno resbaló en la urgencia por apartarse del camino del animal.
“Esto aquí es diversión pura”, comentó uno de los asistentes, riendo y jadeando en medio de la estampida improvisada. Para muchos de ellos, acostumbrados a la vida en el rancho, estos momentos son parte del folclor rural, una mezcla de adrenalina, tradición y riesgo.
Entre los más atrevidos se escuchaban advertencias y retos. “¡Hay que correrle antes!”, gritó un joven. Otros, desde las partes altas de las camionetas, documentaban la escena con sus teléfonos entre risas nerviosas y expresiones de incredulidad.
La tensión subió cuando el toro, desorientado y molesto por el tumulto, se internó cerca de una de las salidas laterales provocando que algunos buscaran refugio detrás de los muros de concreto. “Hasta se bajó todo”, dijo otro testigo refiriéndose al abrupto silencio que por unos segundos envolvió a los espectadores al ver al animal tan cerca de la zona de acceso. El animal finalmente, y sin problema alguno, termina capturado y sin episodios por lamentar.
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