Mucho se ha hablado de la historia de Puebla, una ciudad fundada por los españoles y para los españoles que recién llegaban a poblar la llamada ciudad de los ángeles.
Para los indígenas, para los pueblos originarios de estas tierras estaba la periferia en donde se fundaron los primeros barrios de la ciudad, lo que denotaba la supremacía europea y blanca sobre los naturales locales que habían sido vencidos y evangelizados.
Por eso a nadie le extraña que el poblano tenga una identidad propia, que ha sido objeto de crítica por parte de los mexicanos oriundos de otras entidades, desde la época de la colonia y hasta nuestros días.
“Mono, perico y poblano, no lo toques con la mano; tócalo con un palito, que es animal malito”. Es un dicho que desde la época colonial hacía sátira de los poblanos.
Todo esto viene a colación porque el pasado fin de semana y para ser específico, el pasado viernes llevé a mi hija a celebrar el Halloween, en un antro llamado “Montana” ubicado en Plaza Marsalla, el cual acaba de abrir.
Esta demás hay que decir que al antro estaba lleno a reventar, mi hija y sus amigos no tuvieron problemas para ingresar al dichoso lugar, pues tenían “reservación” hecha por uno de sus amigos; sin embargo, en lo que entraba me dediqué a curiosear, además de que decidí quedarme en el sitio para esperarla.
En mis años mozos yo también fui asiduo a los antros, en ese tiempo discos como Chuches, Pagaia, el Camote Bar, el Tío Wilo, el Enamora entre otros. Cómo no recordar al famoso Mario, el cadenero del “Chuches” que se debía el lujo de escoger a quiénes entraban y quiénes no entraban al lugar.
Estaba metido en mis recuerdos y mis pensamientos cuando me percaté de que un grupo de jóvenes se acercaban a la puerta de entrada, eran alrededor de seis mocetones con ánimos de fiesta, eran como las 23:30 de la noche, el cadenero del Montana con cara de perdonavidas se acercó a ellos y les preguntó si tenían reservación y ellos afirmaron, su compañero de entrada verificó lo dicho y comenzó el acceso para casi todos salvo uno al que le impidieron la entrada.
Era un joven “gordito” algo pasado de peso, no le dijeron por qué simplemente le limitaron la entrada y lo peor ante la indiferencia de sus amigos quienes no regresaron por él, mientras suplicaba que lo dejaran pasar y preguntaba el porqué le negaban el acceso.
La deplorable escena me llamó la atención y me acerqué para preguntarle al cadenero, él ¿por qué le negaba el acceso al chavo?, la respuesta fue una mirada de desprecio y silencio.
Cuando insistí recibí como respuesta un – ¿Qué te importa? Y una mirada intimidante. Sé perfectamente de las golpizas que estas bestias han protagonizado en diversos antros de Puebla en contra de los inocentes e impertinentes que los molestan, por lo que opté por retirarme del lugar mientras el joven al que no dejaron entrar.
Nada duele más que la discriminación por la apariencia física de las personas o por su condición económica otro factor para que estos “cadeneros” hagan de las suyas gozando de su “poder”, sin que ninguna autoridad haga nada contra ellos.
Ya a mi sobrino Emiliano le había pasado un tema similar con un amigo en un antro de la Juárez, en donde a uno de sus amigos no lo habían dejado entrar por ser moreno, mi familiar indignado le reclamó al cadenero y él fue con su amigo del lugar.
Aquí las preguntas son: Ya las autoridades normalizaron las golpizas en Puebla, de las que hemos dado cuenta en años recientes? Ahora además ¿vamos a seguir normalizando la discriminación física y el racismo?
No estaría nada mal que las autoridades de San Andrés Cholula y de Puebla, Lupita Cuautle y Pepe Chedraui se den una vuelta por los centros de diversión nocturna, los cuales se pagan sus cuotas para no ser molestados, pero al menos que pongan orden en este tema tan deplorable como la discriminación por la apariencia física, quizá hasta les deje más ganancia.