Un doble hecho grave ocurrió este lunes en el tianguis de San Martín Texmelucan –que es uno de los más grandes del país— en donde hubo un robo masivo, pero a la par aconteció un acto de sobajar, de agredir sexualmente frente a la vista de todo mundo, a tres mujeres adultas, a quienes golpearon, desnudaron, las intentaron rociar de gasolina para quemarlas y finalmente las obligaron a caminar por los pasillos del centro de abasto.
Todo eso pasó por la inoperancia –o tal vez la complicidad— de la Policía Municipal que nunca se presentó al lugar de los hechos y después de que terminó ese aberrante episodio, no se percibió que el gobierno del alcalde morenista, Juan Manuel Alonso, hubiera querido esclarecer lo ocurrido.
Lo que se vivió en el tianguis de San Martín Texmelucan fue una exhibición de la impunidad que domina en este municipio, que es el tercero más importante en el estado.
Todo aconteció en la zona comercial que es controlada por Pablo Minor, un polémico abogado que ha sido denunciado en muchas ocasiones por golpear a comerciantes que no pagan “cuotas de protección” –hay videos que muestran las agresiones— y que se dedicaría a apropiarse de inmuebles intestados o que están en disputa entre dos o más miembros de una familia.
El problema de fondo es que Pablo Minor es “un intocable” por las autoridades de San Martín Texmelucan.
Del robo a la agresión sexual
El miércoles de esta semana será el primer informe de gobierno del alcalde Juan Manuel Alonso, quien seguramente ponderará la reducción que hay en la incidencia de varios ilícitos, como resultado de la intervención de mandos de la Marina al frente de la seguridad pública.
Nadie duda que ha mejorado notablemente el clima social y de seguridad en este municipio.
No obstante, a pesar de los buenos resultados que en las estadísticas que miden el pulso delictivo, ocurre algo muy obscuro: el actual titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Kevin Rembrandt Bernal Pérez, de manera deliberada no vigila el tianguis semanal, al que llegan alrededor de 13 mil comerciantes que venden al mayoreo y menudeo los lunes y martes, junto con más de 30 mil compradores, que incluso provienen de los estados del sur del país.
Tal situación plantea una interrogante: ¿Qué perverso interés hay de por medio para que el funcionario no mande a cuidar el tianguis, que debería ser un área prioritaria?
Kevin Bernal no es cualquier personaje, es un teniente de infantería de la Marina mexicana. Fue nombrado en el cargo en mayo de este año, tiempo suficiente para que ya tuviera claro la urgente necesidad de cuidar el tianguis y sus alrededores.
Esa falta de vigilancia fue el componente clave para los lamentables acontecimientos de este lunes.
Todo empezó cuando en la zona comercial que controla Pablo Minor arribó un numeroso grupo de hombres y mujeres, que llevaban carretillas, es decir “diablitos de carga”, lo que es habitual entre los compradores de mayoreo. Unos dicen que eran entre 10 y 12, pero otra versión apunta a que tal vez eran unos 40 o 50 miembros de una banda bien organizada.
Nadie los percibió hasta que, en cierto lugar, algunos de los integrantes empezaron a empujar a la gente, a gritar, a generar violencia, a escandalizar, con el propósito de distraer la atención; mientras que otros empezaron a cargar en los “diablitos” la mercancía que robaban, para después emprender la huida. Para ello, otros miembros de la banda abrían paso a punta de golpes.
Dicen que tan solo a un comerciante que vende ropa de mezclilla le habrían robado unos 100 mil pesos en mercancía.
En la confusión, los comerciantes afectados lograron apañar a tres mujeres que presuntamente iban con los criminales.
Lo que correspondía, era que las mujeres fueran entregadas a una autoridad. Con el pequeño detalle de que no había un solo policía del ayuntamiento de San Martín Texmelucan a 10 kilómetros a la redonda.
Entonces en un acto deleznable, los hombres que capturaron a las féminas se las entregaron a un grupo de mujeres comerciantes, quienes salvajemente golpear a las supuestas ladronas, luego las desnudaron—de pies a cabeza– y las habrían agredido sexualmente, al tocarles y golpear sus partes íntimas.
Mientras eso ocurría, un grupo de jóvenes empezaron a sacar gasolina de los tanques de motocicletas que estaban ahí estacionadas. Había una histeria colectiva que clamaba el quemar vivas a las mujeres que eran tildadas de “rateras”.
Hubo un par de líderes de comerciante que, por suerte, pensaron con civilidad y “cabeza fría”, para de manera enérgica frenar a los jóvenes que ya tenían listo el combatible para prender una hoguera.
Quienes calmaron la situación advirtieron –a gritos– que no iban a tolerar un linchamiento en el corazón del tianguis.
A continuación, los agresores al verse impedidos de prenderles fuego a las rehenes, obligaron a las tres mujeres a caminar en fila –tal como se ve en el video que se muestra al final del texto—y recorrer desnudas, sin calzado, los pasillos del tianguis, a donde las insultan, las manosean, les escupen, son golpeadas y humilladas.
Los victimas llevan un rostro con mezcla de pánico y de enojo.
Saben que las abandonaron y que no pueden defenderse.
Es probable que tuvieran conciencia que intentar huir era provocar su muerte.
O tal vez simplemente el miedo las tiene paralizadas, sin saber cómo reaccionar al riesgo de ser incineradas.
Todo termina después de un largo recorrido.
Dicen algunos testigos que las mujeres en lugar de ser entregadas a las autoridades del ayuntamiento quedaron en manos de un hombre que, al parecer, es el “guardaespaldas” de Pablo Minor.
Entre la gente se dice, sin que se tenga datos que lo acrediten, que ese guarura sería parte de la Policía Estatal.
Y según un hombre narró que previo a llevarse a esas mujeres el supuesto guardia personal, habría comentado: “ahora las vamos a bañar con agua fría y luego vemos si las soltamos”.
clh