En el último año la CDH se consolidó como un órgano que dejó de proteger los derechos humanos y ahora se dedica a tramitar quejas, sin darles una solución efectiva, así como proteger y ejercer un presupuesto anual, sin conseguir logros trascendentes. La mayor parte de sus recursos humanos y materiales se consumen en cursos, asuntos de relaciones públicas y una larga lista de acuerdos colaborativos con todo mundo, pero no se muestra un interés de combatir la tortura; la corrupción y hacinamiento en los penales; de frenar los abusos contra migrantes y comunidades indígenas; así como de aminorar los abusos policiacos, entre otros rubros.
Durante los primeros 12 meses en que Rosa Isela Sánchez Soya y Marco Antonio Rosado Moreno se han hecho cargo de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla, en su calidad de presidenta y secretario técnico ejecutivo, respectivamente, los resultados son de pena ajena y se percibe con claridad que ambos directivos no tienen la más mínima idea de la naturaleza del organismo que presiden.
Para empezar en este primer ejercicio no fueron capaces de hacer un diagnóstico de la situación en que se encuentran los derechos humanos en el estado de Puebla, que no pintan nada bien en una entidad en la que han crecido las ejecuciones, así como los delitos y abusos en los penales, que es líder nacional en el maltrato a migrantes y la justicia no castiga el 95 por ciento de los delitos denunciados.
En el informe anual que –hace unos días– rindieron Sánchez Soya y Rosado Moreno esos temas están totalmente ausentes.
Se mencionan algunos asuntos de manera superficial, como es la supervisión al funcionamiento de los penales, la atención a madre buscadoras y el paso de migrantes por territorio poblano, pero no se dice nada sobre las violaciones específicas a las garantías constitucionales que ocurren en esos aspectos, ni que se hace para combatir los abusos e impunidad que están presentes en dichas actividades humanas.
Desde que, en noviembre de 2024, el Congreso local eligió a Rosa Isela Sánchez Soya como presidente de la CDH se advirtió que era una mujer bien intencionada, pero ajena totalmente a la defensa de los derechos humanos.
En esa fecha se tenía la esperanza de que, con el arribo de Marco Antonio Moreno Rosado a la Secretaría Técnica Ejecutiva, que es el segundo cargo más importante de la comisión, se pudiera generar un cambio sustancial en el funcionamiento y alcances de la CDH, pues este personaje provenía del activismo social. Al final ha sido decepcionante e intrascendente su desempeño.
Cuando ambos fueron designados había claridad de que una meta inmediata era sacar a la CDH del carácter intrascendente que le dio el anterior presidente del organismo, José Félix Cerezo Vélez. Pues en sus tres años de gestión, la comisión se volvió totalmente invisible a los ojos de la opinión pública y de las propias autoridades.
Ahora de manera sorpresiva e indignante se puede apreciar que a Moreno Rosado y Sánchez Soya les dio el llamado “síndrome de Fox”.
Cómo se explica ese síndrome: entre los años 1997 y 2000, el político panista Vicente Fox Quesada recorrió todo el país para convencer al electorado de que era un asunto de vida o muerte “sacar al PRI” del gobierno de la República. Finalmente, cuando lo logró y empezó a gobernar el país decepcionó a propios y extraños porque su gabinete económico estaba lleno de priistas. Entonces cambió de posición para decir que, al final, se había dado cuenta que los miembros del tricolor no eran tan malos.
Resulta que con los actuales directivos de a CDH se cambió al personal administrativo, pero no a la estructura operativa, misma que se formó durante la gestión de José Félix Cerezo Vélez.
Y esa estructura operativa se destacó en el pasado por desarrollar un círculo vicioso y de simulaciones en la CDH, mismo que ahora se está reproduciendo de manera fidedigna.
Es decir, ahora en el organismo se tiene el concepto de que José Félix Cerezo Vélez “no fue tan malo”.
¿En qué consiste el círculo vicioso al que se hace referencia? En la que la anterior y la presente representación de la CDH solo les interesa con cumplir metas numéricas de quejas ciudadanas, para de esa manera evitar la perdida de presupuesto, pero sin meterse en complicaciones de querer combatir las violaciones a los derechos humanos.
El esquema es el siguiente: en las oficinas centrales y en las delegaciones de la comisión, se captan todo tipo de quejas ciudadanas, en juzgados, penales, cárceles municipales, oficinas públicas, entre otros sitios, sin que en muchos casos los supuestos agraviados estén enterados o interesados en interponer un recurso en la CDH.
A los cuatro visitadores de la CDH se les reparte las quejas y se les exige a cada uno de ellos que, al mes, por lo menos entre 160 y 180 quejas ya estén resueltas.
Algo que no cuesta trabajo, ya que como no están enterados o interesados los supuestos quejosos, pues resulta fácil darle “carpetazo” a esos expedientes y dictaminarlos como “terminados”.
De manera tramposa, uno de los primeros cambios que si se hicieron en la actual gestión fue eliminar del reglamento de la comisión la obligatoriedad de que un ciudadano debe de ratificar la queja que presente ante la CDH.
Un cambio que no se hizo bien, porque la ley que norma a la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla sigue exigiendo la figura obligatoria de ratificación de las quejas.
Al final lo que se simula es que hay una alta carga de trabajo que se está atendiendo. Con un sistema en el que hay miles de quejas en proceso de resolverse, pero en las que no siempre hay quejosos.
Se reporta un alto grado de supuesta eficiencia, porque la mayoría de los expedientes se cierran en el corto y mediano plazo, luego de que se dictamina que la queja fue “resuelta”, aunque en realidad no pasó nada.
Con ese sistema no se pierde presupuesto para el siguiente ejercicio fiscal de la comisión.
Y los directivos no se meten en problemas de estarse enfrentando con autoridades estatales y municipales, del ámbito legislativo y judicial, por las violaciones a los derechos humanos que se cometen contra la ciudadanía.
Vaya círculo perverso.
clh