Tras el fuerte sismo de magnitud 6.0, que azotó las provincias orientales de Kunar y Nangarhar en Afganistán, las autoridades confirmaron que más de 2 mil 200 personas murieron, al menos 3 mil 600 resultaron heridas y 5 mil 400 viviendas quedaron destruidas.
De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el epicentro se ubicó a 27 kilómetros al este de Nangarhar, lo que amplificó la destrucción en las zonas cercanas.
La ayuda comenzó a llegar a las localidades como la aldea Bibi Aysha en Kunar, 36 horas después del sismo, pero no fue igual para todos los afectados.
Medios internacionales dieron a conocer que, mujeres y niñas fueron relegadas en las labores de rescate.
Un voluntario en Mazar Dara, Tahzeebullah Muhazeb, confirmó que los rescatistas varones eran reacios a levantar a mujeres atrapadas bajo los escombros y que algunas heridas tuvieron que esperar hasta la llegada de mujeres de aldeas cercanas para recibir ayuda.
La discriminación se extiende a hospitales y puestos sanitarios, donde la escasez de personal femenino es crítica.
ONU Mujeres advirtió que las mujeres y niñas serán las más afectadas por la catástrofe, por lo que sus necesidades deben estar en el centro de la respuesta y recuperación. Por su parte, activistas locales coinciden en que la discriminación durante el rescate es consecuencia directa de las políticas talibanas, que limitan la interacción de mujeres con extraños y dificultan el trabajo humanitario femenino en zonas remotas.
La falta de personal femenino, junto con las restricciones del régimen, complica la asistencia a las mujeres y niñas más vulnerables. Expertos y organizaciones humanitarias hacen un llamado urgente para que la respuesta incluya a trabajadoras de la salud y voluntarias capaces de llegar a las áreas afectadas y brindar apoyo a quienes más lo necesitan.
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LMR