Madrid, España. — ChatGPT celebra este domingo su tercer aniversario desde su lanzamiento, consolidándose como mucho más que un generador de texto o un buscador avanzado. Con una base de 800 millones de usuarios en todo el mundo, el asistente conversacional de OpenAI se ha transformado en una herramienta cotidiana para el trabajo, los estudios y la vida personal, convirtiéndose en un colaborador, consejero e incluso confidente para millones de personas.
Desde su aparición, el éxito del chatbot ha estado ligado a su formato de interacción natural y conversacional. Sin embargo, su evolución tecnológica ha sido la clave de su crecimiento: lo que comenzó como un sistema de entretenimiento enfocado en la generación de contenido, hoy se presenta como un instrumento capaz de resolver problemas complejos en diversas áreas del conocimiento.
El primer modelo, basado en GPT-3.5, permitió mantener conversaciones realistas y producir textos coherentes a partir de simples descripciones. La llegada de GPT-4 marcó un salto significativo con la introducción de capacidades multimodales, posibilitando la comprensión de imágenes y voz. No obstante, fue con la versión GPT-4o cuando la integración de texto, audio e imagen se volvió completamente nativa y fluida.
OpenAI también apostó por mejorar el razonamiento con una nueva familia de modelos especializados, conocida como serie “o”, diseñada para dedicar más tiempo al análisis antes de responder. Esta mejora elevó el desempeño del chatbot en campos como la ciencia, la programación o las matemáticas, y permitió el desarrollo de funciones de navegación autónoma en internet mediante los agentes o3 y o4-mini, capaces de usar herramientas y generar respuestas detalladas en menos de un minuto.
Con la llegada de GPT-5, ChatGPT alcanzó un nivel de especialización comparable al de un experto académico. Además, el modelo puede crear programas completos con apenas unas indicaciones, y ofrece una comunicación más natural, adaptada a distintos estilos y personalidades de los usuarios.
No obstante, su desarrollo también ha traído desafíos. Entre ellos destacan las llamadas “alucinaciones”, respuestas en las que el sistema genera información incorrecta o inventada, un problema compartido con otros asistentes como Gemini, Claude, Perplexity o Grok. Para mitigarlo, OpenAI refuerza de forma constante el entrenamiento de sus modelos, introduce referencias de origen y mejora los mecanismos de verificación antes de ofrecer una respuesta.
Otro tema sensible es el impacto del chatbot en la salud mental. El uso intensivo como confidente ha derivado en ciertos casos de dependencia emocional. OpenAI asegura que GPT-5 ha incorporado mecanismos para detectar señales de malestar psicológico durante las conversaciones, evitar respuestas inapropiadas y ofrecer recursos de apoyo. La empresa también ha reforzado las restricciones para menores, permitiendo a padres y tutores supervisar las interacciones y limitar contenidos. Estas medidas surgieron tras una demanda en Estados Unidos relacionada con el suicidio de un adolescente cuyo entorno responsabilizó parcialmente a la herramienta.
Desde sus inicios, ChatGPT también ha enfrentado críticas por el uso de materiales protegidos en el entrenamiento de sus modelos, un asunto que reavivó el debate sobre los derechos de autor en la inteligencia artificial. A ello se suman los riesgos de ciberseguridad, ya que, pese a las barreras implementadas, el sistema ha sido empleado en la creación de ‘malware’ y campañas de desinformación.
Además, la proliferación de videos y audios generados por inteligencia artificial, conocidos como deepfakes, plantea nuevos retos éticos y legales, pues se utilizan para manipular la opinión pública, difundir noticias falsas o realizar fraudes financieros. Así, mientras ChatGPT continúa evolucionando como una de las herramientas tecnológicas más influyentes de la última década, también enfrenta el desafío de equilibrar innovación, seguridad y responsabilidad social.
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Foto: Redes sociales
Djs
