Es fácil entender parte de la popularidad de Morena. ¿A poco no da gusto ver cómo ahora el gobierno cobra a las empresas más que antes?, ¿cómo las tienen contra la pared en la Corte?, ¿cuánto nuevo dinero sale de ellas como por arte de magia?
Puede ser que cada historia sea medio enredada, pero el fondo es sencillo. Quizá no entendamos por qué un gigante de la tecnología como Samsung advierte al gobierno federal que no es correcto el monto que le quieren cobrar, pero qué importa si al final gana Lolita.
Ni qué decir de las refresqueras y las empresas que hacen sueros. Tengan para que aprendan. Gran acto de justicia, mínimo gesto de retribución social de quienes tanto se llevan de nuestro bolsillo al suyo.
Y por si hiciera falta decirlo: ¡vaya!, hasta que se le puso un alto a las aseguradoras, esas malas de malolandia. Quién no tiene una pésima experiencia, personal o muy cercana con esas abusivas. Ahora tendrán que caerse muertas con un IVA que no pagaban.
Salvo que… Salvo que no nos están contando la historia completa. O la correcta. Ni eventuales consecuencias, e inmediatas implicaciones, de algunas de las movidas que, vía el SAT o vía impuestos nuevos –aunque se nieguen a llamarles así– emprende Morena.
AMLO llegó al poder con un discurso en contra de la élite económica. Explotó un resentimiento que no salía de la nada. Evasores y abusivos sobran en México. Sin embargo, y tras un sexenio, acusar y cobrar “porque sí” puede volverse en contra de un gobierno urgido de dinero.
Y lo que no está siendo dicho es que la factura de los cambios la paga el ciudadano. Como en el caso de las plataformas de alquiler de transporte o envíos. Sí, hoy tú y yo pagamos más por esos servicios.
Es a cambio de seguridad social de poco más de 100 mil choferes, y qué bueno, pero no sin costo al consumidor. Tanto que ahora en Morelos, hablando de magia morenista, quieren una ley para obligar a las plataformas a sacar esos costos de sus utilidades.
Suena genial, mas así no funcionan los negocios. En ninguna parte del mundo. De forma que si oyes que ahora las aseguradoras van a pagar un IVA que no pagaban antes, bueno, ahorra para la renovación de tu seguro, porque llegará más alto.
El lunes pasado Enrique Quintana, director de EL FINANCIERO, publicó una más de sus claridosas columnas. En esta ocasión, titulada “Los dos lenguajes del gobierno”.
“Como si se tratara de dos idiomas distintos, así son los mensajes –en dichos y hechos– del gobierno mexicano”, dice Quintana. “Uno invita a la inversión y enumera las oportunidades y estímulos. El otro la ahuyenta y genera incertidumbre, justamente lo que inhibe el capital”.
Hay, sostiene el director del diario, “una disonancia cognitiva para los inversionistas: un Estado que, con una mano, ofrece acompañamiento y, con la otra, impulsa cambios que pueden erosionar las certezas judiciales y, por tanto, el cálculo de riesgos”.
Y Enrique no abordó, seguro lo hará próximamente, otro factor de confusión: con buenas o malas artes el gobierno hace que las empresas paguen más. Qué gusto, sólo a ver si no terminamos en que se cobró de más, y que por ello la economía se hunde.
Por lo pronto, ah, qué gusto, ¿no? Puestos a pedir, que la semana laboral sea de 32 horas, y el aguinaldo de un mes, y las liquidaciones bien jugosas, y el reparto de las utilidades a mayor tasa, y una nieve de limón.
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Columna La Feria de Salvador Camarena en El Financiero
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LMR