“Aprecio la ironía, pero cuando viene con veneno, trae aparejada algo más. Frustración.”
MADALINA DIANA GHENEA
Los cantantes hacen giras con entusiasmo: oportunidad de presentar sus nuevas canciones o revivir éxitos del pasado. Pero naturalmente no son los únicos. De un tiempo para acá, a los políticos también les gusta eso de mantenerse en campaña. Presumir lo hecho, prometer lo que vendrá o, simplemente compensar su falta de “erecciones”, como soltó Gerardo Fernández Noroña.
A once meses de tomar las riendas del país y con el pretexto de su primer Informe de gobierno, nos soplaremos la gira de la presidenta Claudia Sheinbaum. Durante un mes completo, en fines de semana, recorrerá todas las entidades del país.
Se anuncia como “rendición de cuentas”. En realidad es la rendición de los gobernadores de oposición ante la mandataria y el régimen federal. La población ya está rendida desde hace rato, atrapada en el clientelismo de la 4T. Así que, más que preguntarnos qué informará, toca ver cómo los gobiernos locales ayudan a Presidencia a llenar estadios.
Ella presumirá que seguimos en Dinamarca (habría que preguntarle eso a los familiares de Martín Arellano, propagandista de Morena), y que los baches son las trincheras desde donde la 4T resiste a los coches neoliberales. Informará también de los programas del bienestar, omitiendo, claro, el nuevo boquete: Segalmex, el fraude heredado que sigue devorando recursos.
Mientras Sheinbaum reparte promesas de infraestructura, los gobernadores opositores le moverán la cola. Saben que, si no lo hacen, con lo larga que la tienen, fácilmente se las puede pisar. Mejor aplaudir, sonreír y aspirar a una embajada, antes que arriesgarse a los señalamientos de la Auditoría Superior de la Federación o de la flamante Secretaría Anticorrupción.
Por eso, el “fosfo-fosfo”, Samuel García se limitó a presumir a sus dos hijas y a declararse orgulloso de Sheinbaum. Esteban Villegas, priista de Durango, de plano se confesó “claudista”.
¿De qué nos sorprendemos? No se trata de evaluar la gestión presidencial: es simple supervivencia política. Congraciarse con la 4T para garantizar impunidad.
Lo curioso es el doble discurso. Desde el Palacio Nacional, la unidad se pide o se niega a conveniencia. Ahora, con la gira, es “indispensable”. Pero pocas veces se convoca así a los NO morenistas; y estos muchas veces solo son requeridos para la foto en Palacio, no para tomarlos en cuenta ni en serio.
Ironías de la política, que en México abundan: con esta gira, Sheinbaum descubrirá que es más fácil convivir con los opositores que con los de su propio partido. Aquellos la ensalzan, estos le generan dolores de cabeza. Y además, a los primeros, no está obligada a defenderlos.
Ahí está Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa: un año en guerra consigo mismo y con su estado. Lo tienen que proteger desde Presidencia, porque él solo provoca zozobra. Ayer mismo, pese a la marcha por la paz en Culiacán salió a sentenciar que “el pueblo no es alguien que grita”. Habría que recordarle que él no decide quién es pueblo. Y cuidado con la soberbia: “no tengo pensado renunciar, no hay razones”, dijo. ¡Corchos! Imaginemos si las hubiera.
Así, ante la desfachatez, mejor lavarse las manos: lo que pasa en Sinaloa no depende del gobierno. ¿Ah, no? Entonces, ¿de quién depende? ¿Del clima? ¿De la buena suerte? ¿Del narco? Sí, del narco…
Otra ironía: mientras la presidenta copia las giras de “información” al estilo de López Obrador —con tufo a priismo setentero—, Sinaloa arde. Y la pregunta queda: si Sheinbaum es tan popular, con una aprobación cercana al 75% según MetricsMX, ¿para qué tanto proselitismo?
Columna de Verónica Malo en SDP Noticias
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