México.- De acuerdo con el Informe Mundial sobre las Drogas 2025 de la ONU -basado en datos de 2023 y 2024-, 316 millones de personas consumen sustancias ilícitas, lo que provoca alrededor de medio millón de muertes anuales y una pérdida promedio de 28 años de vida por usuario. Aunque el número de consumidores no es el más alto en comparación con otros trastornos -como el alcoholismo o el tabaquismo-, el impacto en la mortalidad, especialmente entre jóvenes, es devastador.
En los últimos años, el panorama mundial del consumo de drogas ha experimentado un cambio radical: las sustancias derivadas de plantas, como la heroína obtenida del opio, están siendo desplazadas por compuestos sintéticos de producción rápida, barata y extremadamente potente.
Del campo al laboratorio: el fin de las drogas tradicionales
Para explicar el crecimiento de este fenómeno, la Dra. María Elena Medina Mora Icaza, de la Facultad de Psicología de la UNAM, tomó como referencia a países como Afganistán (primer productor mundial) y México (tercero), que dominaban la producción de opio. Sin embargo, cambios políticos y económicos han modificado este mapa:
- En 2023, una política estatal en Afganistán redujo la producción en 95%.
- En México, la producción cayó a la mitad, según imágenes satelitales.
La razón es clara: las drogas naturales requieren cultivos, climas específicos y tiempos de cosecha. En cambio, las drogas sintéticas, como el fentanilo, se fabrican a partir de precursores químicos en laboratorios clandestinos. Esto permite una producción masiva, de bajo costo y con ciclos muy cortos.
Fentanilo: el peligro actual
Sobre el fentanilo, Medina Mora explicó que fue desarrollado hace más de 50 años como analgésico de acción rápida, revolucionando la cirugía ambulatoria y el manejo del dolor oncológico. Bajo control médico estricto, fue seguro durante décadas. El problema surgió con su versión callejera, producida sin estándares de calidad:
- Es 50 veces más potente que la heroína.
- Se mezcla con otras drogas (heroína, cocaína, pastillas falsas), provocando sobredosis impredecibles.
- Causa depresión respiratoria, una respiración lenta y superficial que impide el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono, lo que lleva a la muerte cerebral en minutos.
Metanfetamina y nuevas amenazas
La metanfetamina sintética también gana terreno en América Latina. Es más pura, más potente y sin antídoto. Su expansión sigue el mismo patrón: producción industrial, distribución global y efectos devastadores en la salud mental y física.
“Aún más preocupantes son los nitazenos, opioides sintéticos experimentales abandonados por la industria farmacéutica por su alto riesgo. Ahora resurgen en el mercado negro, hasta 50 veces más potentes que el fentanilo y sin antídoto conocido”, señaló la Dra. María Elena Medina Mora Icaza.
De igual forma, la xilacina y la Tusi van emergiendo. La primera es un tranquilizante veterinario que, al mezclarse con fentanilo, causa heridas abiertas y daños físicos irreversibles en poblaciones vulnerables. La segunda es una mezcla inestable de drogas sintéticas, de composición incierta y altamente variable.
¿Por qué es un problema de política y no solo de consumo?
La transición de drogas naturales a sintéticas no solo incrementa el riesgo individual, sino que genera consecuencias colectivas, explicó Medina Mora. Entre las más graves:
- Salud pública: brotes de VIH y hepatitis C por inyección compartida.
- Medio ambiente: desechos tóxicos de laboratorios clandestinos.
- Seguridad: fortalecimiento de redes criminales con productos de alto margen.
- Social: uso de mujeres como mulas y reducción de la esperanza de vida entre jóvenes.
“La edad universitaria (20-30 años) es crítica. Hoy los jóvenes inician con drogas sintéticas en lugar de alcohol, impulsados por la presión social y la falta de habilidades de autocuidado. La estigmatización de las drogas, lejos de prevenir, puede fomentar la curiosidad y el consumo”, explicó Medina Mora Icaza.
Asimismo, advirtió que las personas con ansiedad o depresión son más propensas a desarrollar dependencia. En el caso de las mujeres, el riesgo se multiplica por siete si padecen trastornos de ansiedad.
Posibles soluciones
El consumo de drogas, especialmente entre jóvenes, exige un cambio urgente en las estrategias de prevención, centradas en la salud mental y la reducción de daños. La adolescencia es un período crítico en el que la falta de acceso a servicios psicológicos asequibles y la baja calidad de los espacios gratuitos empujan a muchos hacia las drogas como vía de escape.
Por otro lado, los diagnósticos psiquiátricos imprecisos y la medicación sin acompañamiento psicológico agravan el problema, llevando a algunos pacientes a buscar alivio en sustancias ilícitas.
“Es necesario eliminar la discriminación contra los consumidores, ya que perpetúa el ciclo de adicción. Las políticas de ‘todo o nada’ son ineficaces; en cambio, permitir un uso regulado con fines terapéuticos o recreativos, bajo supervisión, podría reducir los riesgos del consumo clandestino”, agregó María Elena Medina.
Finalmente, subrayó la importancia de evaluaciones de salud mental al ingreso universitario, no para excluir, sino para prevenir.
“Invertir en salud mental, desestigmatizar la reducción de daños y promover una educación consciente son pasos esenciales para evitar que los jóvenes caigan en la adicción y abandonen sus estudios. Solo así podremos construir un futuro más saludable y equitativo”, apuntó.
Contrarrestar en equipo
El auge de las drogas sintéticas representa un desafío complejo que trasciende el consumo individual. Sus efectos en la salud, la seguridad y la cohesión social requieren políticas integrales que combinen prevención, educación, reducción de daños y apoyo psicológico. La colaboración entre gobiernos, instituciones académicas, el sistema de salud y la sociedad civil es esencial para proteger a las juventudes y construir un futuro más seguro y solidario.
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