Cada diciembre, miles de familias en México salen al monte o compran musgo para decorar sus nacimientos y adornos navideños. La escena es común: una bolsita con ese tapete verde que da “ambiente” al pesebre. Sin embargo, detrás de esta costumbre aparentemente inofensiva hay un impacto ambiental que especialistas han venido advirtiendo desde hace años.
Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señalan que la extracción de musgo genera un deterioro silencioso pero profundo en los ecosistemas donde crece. Aunque para muchas personas parezca un elemento ornamental sin mayor relevancia, este organismo cumple funciones clave: mantiene la humedad del suelo, ayuda a que germinen semillas y reduce la erosión en laderas y bosques. En palabras sencillas, es una pieza discreta pero indispensable para la salud de los ambientes húmedos.
El musgo actúa como una especie de “filtro natural”. Retiene agua durante la temporada de lluvias y la libera poco a poco, lo que facilita que otras plantas sobrevivan en épocas secas. Además, sirve como refugio para insectos, pequeños invertebrados y microorganismos que forman parte de las cadenas alimenticias del bosque. Quitarlo significa dejar expuesto el suelo, acelerar la pérdida de humedad y afectar a especies que dependen de él para alimentarse o reproducirse.
Uno de los puntos que más preocupa a especialistas es su lento crecimiento. A diferencia de otras plantas que se regeneran con rapidez, un parche de musgo puede tardar varios años en recuperarse por completo. Esto provoca que la demanda estacional por motivos navideños supere con mucho su capacidad natural de regeneración. El resultado es una disminución gradual de sus poblaciones y una degradación acumulada de los sitios donde es recolectado.
A este problema se suma que, en muchas regiones, su extracción ocurre de manera informal, sin planes de manejo ni supervisión ambiental. Según especialistas en manejo forestal consultados por organizaciones ambientalistas, gran parte del musgo que llega a los mercados proviene de zonas donde no se respetan permisos ni cuotas de aprovechamiento, lo que aumenta el riesgo de sobreexplotación.
Frente a este panorama, la UNAM recomienda evitar la recolección directa y, si se desea utilizar musgo en decoraciones, optar únicamente por proveedores autorizados. También existen alternativas sustentables que no dañan el entorno: musgo sintético, fibras vegetales de cultivos manejados de forma responsable o incluso diseños navideños que prescinden de este material sin perder el sentido de la tradición.
Para los especialistas, la conservación del musgo no es un “capricho ecológico”, sino una medida necesaria para proteger suelos, regular la humedad y mantener el equilibrio de los ecosistemas donde se desarrolla. En tiempos donde los bosques enfrentan más presiones que nunca —incendios, urbanización y cambio climático— cuidar hasta los elementos más pequeños puede marcar la diferencia.
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xmh