En las tienditas de barrio, cada peso cuenta. Por eso, el nuevo incremento al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) preocupa a comerciantes como Isabel Contreras, dueña de una tienda en la colonia San Simón Tolnáhuac, donde los refrescos y cigarros son el corazón de las ventas diarias. A partir del 1 de enero de 2026, estos productos tendrán un aumento que, temen los tenderos, frenará el consumo y reducirá sus ingresos.
El ajuste contempla que las bebidas azucaradas pasen de pagar 1.64 a 3.08 pesos por litro, mientras que las versiones “light” o “cero calorías” serán gravadas con 1.5 pesos. En el caso de los cigarros, el incremento será progresivo hasta alcanzar un 200% en cinco años. Aunque el gobierno lo presenta como un “impuesto saludable”, diseñado para combatir enfermedades crónicas y reforzar el sistema público de salud, los pequeños comerciantes lo perciben como un golpe a su economía.
“Cada enero las cosas suben, pero ahora viene más fuerte”, dice Isabel, quien prevé ajustar su inventario y ofrecer presentaciones más pequeñas. Según la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC), los cigarros y refrescos representan hasta 15% de las ventas diarias de las tiendas de barrio, además de atraer a consumidores que compran otros productos. “Cuando suben esos precios, cae todo lo demás”, señala Cuauhtémoc Rivera, presidente del gremio, quien estima que podrían perderse hasta 65 mil negocios con menos de cinco años de antigüedad.
Rivera cuestiona además la efectividad del impuesto. México sigue siendo el mayor consumidor de refrescos del mundo, con 128 litros por persona al año, según Statista. Para él, la medida solo encarece el consumo sin mejorar la salud pública ni reducir la obesidad. En la práctica, dice, las grandes refresqueras trasladan el costo al consumidor, mientras que los pequeños comerciantes cargan con el enojo del cliente y la reducción de sus márgenes.
Con enero como uno de los meses más complicados para el comercio minorista, las tienditas deberán enfrentar un panorama más incierto. “Hay gente que compra menos porque está gastada o porque se propone dejar de fumar”, resume Isabel, acomodando botellas en el refrigerador, consciente de que el próximo año su mostrador será un termómetro del bolsillo mexicano.
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