Hay personajes que no solo se exhiben solos, sino que embadurnan de lodo todo lo que tocan. Miguel Ángel Celis Romero, “El Animal”, es uno de ellos. No porque tenga un poder real, sino porque presume tenerlo; no porque imparta justicia, sino porque dice poder doblarla.
Celis Romero se ha distinguido por una conducta reiterada: hablar de más, presumir influencias, jactarse de impunidad. Según versiones que él mismo alimentó, tenía “apalabrado” el apoyo de una Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, suficiente —afirmaba— para “tumbar cualquier problema”. Un dicho irresponsable, arrogante y profundamente corrosivo.
Hoy, ese alarde ha terminado por salpicar el nombre de la Ministra Loretta Ortiz, a partir de la circulación de un audio que presentaremos en exclusivo y que encenderá el debate público. Conviene decirlo con claridad: no se sabe -ni se ha probado- si la Ministra se presta o no a ese juego.
Porque en un Estado de Derecho, la presunción debe ser siempre a favor de la institucionalidad. Pero también es cierto que la percepción pública no se construye sola: la alimentan discursos como el de “El Animal”, que utiliza nombres, cargos y símbolos del Poder Judicial como si fueran parte de su arsenal personal.
El daño no está únicamente en el contenido del audio, sino en la utilización del nombre de una Ministra como escudo retórico. Aunque no exista colusión alguna, la sola mención irresponsable pone en entredicho la credibilidad de la Corte y lastima injustamente a quienes la integran.
Aquí está el punto central: Si Loretta Ortiz no tiene nada que ver -como debe asumirse-, es indispensable que quede claro que nadie puede hablar en su nombre, ni usar su investidura para presumir impunidad. Porque cuando un personaje como Celis Romero se atreve a hacerlo, el silencio institucional no protege: debilita.
Y es justo en este contexto donde la reforma al Poder Judicial queda bajo la lupa. Se nos dijo que era el fin de las influencias, de los acuerdos en lo oscurito, de las llamadas salvadoras. Sin embargo, basta que un “animal” político se sienta con la libertad de decir que todo está arreglado “desde arriba” para que la reforma parezca frágil, incompleta o meramente discursiva.
Miguel Ángel Celis Romero no es el centro del problema; es el síntoma. El síntoma de una cultura donde algunos creen que la ley se doma, que la toga se ensucia sin consecuencias y que los nombres de ministras y ministros pueden usarse como salvoconducto.
La expectativa pública hoy es clara: Que la Ministra Loretta Ortiz no se preste a ese juego, y que la Corte marque una distancia nítida, firme e inequívoca frente a personajes que presumen influencias como si fueran trofeos.
La justicia no solo debe ser independiente; debe parecerlo.
Y mientras existan “animales” que se sientan cómodos usando a la Suprema Corte como coartada, la transformación judicial seguirá caminando sobre terreno minado.
Al final, la pregunta no es si Celis Romero fanfarroneó. La pregunta es si el sistema será capaz de desmentirlo con hechos.
@FerMaldonadoMX
clh