México.- La lectura que tenemos en 2025 sobre los fenómenos naturales y los desastres es distinta a la que se tenía en 1985. Hoy se sabe que los desastres son multifactoriales y están vinculados con las condiciones de vulnerabilidad de las poblaciones y los asentamientos humanos.
“Desde esta lógica, los desastres son construcciones sociales convirtiéndose los fenómenos naturales en amplificadores de realidades existentes”, afirmó el coordinador de Humanidades de la UNAM, Miguel Armando López Leyva, al participar en la inauguración del conversatorio “La significación del 19 de septiembre de 1985 en la historia social de la Ciudad de México”.
En el Auditorio Pablo González Casanova del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), expuso que según una encuesta realizada por el área de Población de ese Instituto y otras dependencias, más de la mitad de las 30 mil personas damnificadas que se refugiaron en albergues y campamentos en 1985 tomaron esa opción porque provenían de vecindades de colonias aledañas al Centro Histórico de Ciudad de México donde rentaban viviendas a bajo costo, pero en inmuebles deteriorados que carecían de mantenimiento.
La encuesta captó el hacinamiento, el uso de viviendas como talleres, por lo que al perder estas, hubo quienes también se quedaron sin sus medios de subsistencia.
Acompañado de la secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM, Tamara Martínez Ruiz, el coordinador señaló que este conversatorio es un ejercicio de rememoración colectiva, pero también un momento para pensar en la construcción de un mejor futuro para las siguientes generaciones.
La conmemoración por los 40 años de los sismos de 1985 en Ciudad de México obliga a pensar en el presente y en el futuro de las ciudades desde el desarrollo sostenible, lo cual supone ciudades con viviendas y servicios básicos adecuados, sistema de transportes seguros, planificación y gestión participativas, reducción de muertes por desastres, reducción del impacto ambiental, añadió.
Al servicio de la sociedad
Tamara Martínez coincidió en que los sismos de 1985 evidenciaron las vulnerabilidades sociales acumuladas por décadas de desigualdad, abandono, corrupción y precariedad y fueron el gran catalizador que permitió que surgiera la ciudadanía, colectiva, organizada y plural y se apropiara del espacio público.
Resaltó que desde los primeros momentos los universitarios –estudiantes, docentes, académicos y personal administrativo– formaron brigadas de rescate, atención médica, evaluación de daños y de organización de la ayuda. Además, se demostró que la producción y divulgación del conocimiento, así como los valores universitarios son, y seguirán siendo, un compromiso al servicio de la sociedad y de todas sus comunidades.
Ese compromiso se transformó en un motor de conocimiento, pues se avanzó a pasos agigantados en campos científicos como la sismología, el urbanismo, ingeniería y protección civil, al mismo tiempo que las humanidades y las ciencias sociales documentaron y analizaron el despertar de la sociedad civil.
“Se estudió a fondo la vulnerabilidad, no como un hecho natural, sino como una construcción social. Y fue esta capacidad de integrar el análisis geofísico con el estudio de los procesos sociales, urbanos y políticos lo que consolidó a la UNAM como un referente internacional en la comprensión integral de los riesgos socioambientales”, destacó.
Martínez Ruiz también subrayó que, en la reconstrucción material y simbólica, las mujeres tuvieron un papel decisivo. “Ellas removieron escombros, fueron las primeras en organizar albergues, comedores, guarderías y encabezaron los cuidados colectivos. Hicieron en la arena pública lo que ya hacían en la privada: tejieron redes de solidaridad y denuncia. Enfrentaron trabajos extenuantes, exclusiones y dobles jornadas, y no se rindieron”, dijo.
Remarcó el papel de las costureras, que, en medio de su duelo, encarnaron la dignidad laboral de quienes en décadas no habían tenido seguridad social, salario y reconocimiento frente a la precariedad y la opacidad de los empresarios y las autoridades. “Marcharon, exigieron y fundaron el “Sindicato 19 de Septiembre”, la primera organización independiente reconocida.
Demandaron participar en la planeación comunitaria, el diseño de viviendas y la autogestión de los recursos. Enseñaron el valor de la organización barrial y vecinal; impulsaron cooperativas, talleres de autoconstrucción y generaron espacios de empleo para mujeres, madres solteras. “La lucha y resistencia de las mujeres fue columna vertebral de la reconstrucción, y su liderazgo transformó para siempre la vida pública de la ciudad y del país”, consideró.
La UNAM, papel esencial
Previamente, la directora del IIS, Marcela Amaro Rosales, dio la bienvenida al conversatorio sobre el 19 de septiembre de 1985 que, aseguró, significa un parteaguas en la historia reciente de México y en particular de su capital.
Subrayó el papel esencial de la UNAM en ese momento y en los años posteriores, pues abrió sus espacios para albergar a damnificados, movilizó a su comunidad académica y estudiantil en labores de apoyo y aportó investigación crítica y conocimiento riguroso desde una perspectiva multidisciplinaria para comprender lo ocurrido.
“Desde las facultades e institutos se documentó la emergencia, se reflexionó sobre la respuesta social y se propusieron nuevas formas de pensar la planeación urbana y la gestión de riesgo”, sostuvo.
Recordó que el IIS efectuó investigaciones pioneras que se publicaron en 1986, en un número especial de la Revista Mexicana de Sociología, en el cual se reflexionó sobre la vulnerabilidad social, los desastres que revelan las desigualdades y la necesidad de priorizar las políticas públicas de prevención.
“El sismo de aquella mañana (19 de septiembre) no sólo transformó la fisonomía urbana, sino que impactó profundamente las estructuras sociales, políticas e institucionales del país. Nos recuerda la fragilidad de la vida humana ante la fuerza de la naturaleza, pero también la capacidad de la sociedad mexicana para organizarse, resistir y transformar la adversidad en acción colectiva”, agregó.
En la inauguración estuvieron también las directoras del Instituto de Geografía y de la Escuela Nacional de Trabajo Social, María Teresa Sánchez Salazar y Carmen Casas Ratia, respectivamente; así como el titular del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, José Gasca Zamora, entre otras autoridades.
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Foto Benjamín Chaires
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