México.- Cuando ves a alguien bostezar y, casi sin pensarlo, también bostezas, tu cerebro trabaja en silencio gracias a un fascinante grupo de células llamadas neuronas espejo.
Estas neuronas no solo se activan cuando realizamos una acción, sino también cuando observamos a otros hacerlo, lo que ha llevado a los científicos a considerarlas la base biológica de la empatía, el aprendizaje por imitación y la conexión social.
¿Quién descubrió las neuronas espejo y por qué son importantes?
Se descubrieron en la década de 1990, cuando Giacomo Rizzolatti estudiaba la corteza motora de los macacos, encargada del movimiento. Durante sus experimentos observó que ciertas neuronas no solo se activaban cuando el animal realizaba una acción, sino también al ver a otro ejecutar el mismo movimiento.
“A partir de este hallazgo surgió el término neuronas espejo”, explicó en entrevista para UNAM Global Mario Alberto Arias García, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.
En un inicio, Rizzolatti se interesaba en cómo funcionan las neuronas que controlan los movimientos oculares, sin embargo, al ampliar su investigación a otras regiones motoras, identificó este tipo de neuronas en la corteza premotora, ubicada en el lóbulo frontal.
Funciones de las neuronas espejo en humanos y otras especies
Desde entonces, han sido ampliamente estudiadas mediante diversas técnicas, como los registros electrofisiológicos en macacos y la resonancia magnética funcional en humanos. Además, investigaciones recientes han documentado células con propiedades semejantes en otras especies, entre ellas aves y roedores.
Actualmente se sabe que se relacionan con procesos como el aprendizaje, la imitación y, de manera destacada, con la empatía: la capacidad de identificar los estados emocionales de otros, interpretar sus movimientos corporales y comprender sus intenciones, añadió el académico universitario.
Las neuronas espejo adoptan su nombre porque se activan cuando una persona observa los movimientos de otro individuo.
“Es como si el cerebro estuviera interpretando que la otra persona hace un movimiento”, puntualizó Arias.
La conexión entre neuronas espejo y empatía
Aunque el hallazgo comenzó en la corteza motora, pronto se detectó que estas neuronas también están presentes en regiones del cerebro encargadas de procesar emociones. Por ejemplo, al ver un rostro feliz, diferentes áreas cerebrales se activan aun si la persona no sonríe. Esto llevó a ampliar su estudio hacia funciones como el reconocimiento de emociones y la empatía.
Un ejemplo cotidiano ocurre cuando una madre le muestra la lengua a su bebé: el pequeño imita el gesto casi de inmediato. Desde los primeros años, los niños captan expresiones de sus padres y de su entorno —una risa, un gesto de enojo, una mirada cariñosa—, y esa exposición entrena sus redes cerebrales para procesar las emociones.
“Las neuronas espejo permiten identificar señales sociales”, explicó Mario Alberto Arias García, académico de la UNAM.
“Si vemos a alguien con semblante relajado y contento, nos sentimos más propensos a acercarnos. Si está enojado, lo pensamos dos veces. Así modulamos nuestra forma de aproximarnos a los demás”.
Es decir, cuando alguien observa a una persona triste identifica la emoción, por lo que es diferente la estrategia, las palabras seleccionadas y la forma de aproximarse.
¿Qué pasa cuando las neuronas espejo no funcionan bien?
Toda la especie humana cuenta con estas redes neuronales, presentes desde edades tempranas hasta la vejez. Son fundamentales para la vida cotidiana, pues intervienen en procesos como el aprendizaje, la socialización, el reconocimiento de emociones y la interacción con los demás.
Pero cuando no funcionan de manera adecuada, pueden aparecer dificultades para adaptarse al entorno, especialmente en el ámbito social. Algunas investigaciones han propuesto que en personas con trastorno del espectro autista (TEA), estas neuronas no maduran correctamente, lo que dificultaría la identificación de emociones, la comunicación social e incluso la imitación.
Por ejemplo, cuando una persona aprende otro lenguaje desde muy pequeño, no se nota un acento extranjero. Pero cuando se aprende de forma tardía, el acento es más notorio.
Algo similar ocurre con las redes neuronales espejo: si durante el momento clave del neurodesarrollo no se entrenan para reconocer expresiones faciales y patrones emocionales, ese aprendizaje puede darse después, pero con mayor dificultad.
No se da esa fluidez o acto natural de reconocer de inmediato las emociones. Si no tuvieron un buen desarrollo, resulta afectada la integridad de interacción social como un individuo.
Sin neuronas espejo maduras, la interacción social pierde fluidez.
Ciertamente, las neuronas espejo tienen mucho que ver con nuestra naturaleza social: permiten identificar contextos, comprender emociones y adoptar la mejor estrategia de interacción. En esencia, son un puente biológico que sostiene la empatía y la convivencia humana.
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Foto UNAM
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