“Ahora bien, si la pregunta es si me gustaría que, al final de esta historia, él surgiera como el autor intelectual, como un Vladímir Putin o el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán, como el autócrata que manda a matar periodistas, la respuesta es sí, me fascinaría en toda la extensión de la palabra. Sería muy seductor decir que el poder, que el presidente, que él, el grosero populista autoritario que buscó aplastarnos con la ley del más fuerte, el dictador moral, el poderoso miserable, el miserable poderoso, trató de matarme y no pudo. Pero no tengo cómo probarlo,” dice Ciro Gómez Leyva en su libro, en la página 48.
Café con piquete
El libro es estrujante. Por lo que dice y por lo que enmarca.
Un día antes del atentado, AMLO, en su mañanera, dijo: Es gente muy deshonesta… que quien viera o escuchara corría el riesgo de que le saliera un tumor en el cerebro, “una expresión que, por lógica, tendrá que significar una mala coincidencia para él. Así se tomó, y pagó caro, al menos en las trituradoras digitales. Los hashtags que lo tachaban de asesino marcaron una rápida tendencia nacional. Y los del atentado, con él en el centro de las condenas, llegaron a ser tendencia mundial… en la final Argentina vs. Francia del domingo”.
Mientras Ciro narra cómo vivió el atentado, cómo lo sobrevivió, cómo lo procesó, les puedo decir que fueron nueve los impactos en su camioneta blindada: seis en el vidrio a la altura de la cabeza, del lado izquierdo, y tres en el parabrisas, de frente. Él vio al sicario darse un giro de 180° para dispararle directo, sin dudar, como un sicario profesional. Ciro pudo ver cómo se estrellaban las balas.
Puedo decirles que El Bart asegura haber matado a cuchillazos al conductor de la motocicleta por no haberle avisado que la camioneta era blindada. Luego detalla cómo se le salió la manzana de la garganta; sin embargo, después supimos que no, que no era esa la razón por la que no traían las balas para reventar la camioneta blindada, sino porque el atentado iba a ser el miércoles, no el jueves, y que este sujeto, El Bart, compró otras balas para quedarse con la lana.
Nos cuenta también cómo el atentado fue a 450 metros de su casa y que, tras darse cuenta de que su camioneta estaba fallando, llegó a casa de Manlio Fabio Beltrones. Lo primero que hizo fue tuitear, luego hablarle a Omar García Harfuch y, dos minutos después de colgar con él, la entonces jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, le marcó. Luego el número dos del país, el secretario Gobernación, Adán Augusto, y así siguieron las llamadas de propios y extraños, pero jamás recibió una llamada de AMLO, el presidente de la República.
De hecho, AMLO –y esto yo lo digo–, con la bajeza humana que lo caracteriza, días después, en una mañanera, aseguró que podía tratarse de un autoatentado, declaraciones que contradecían lo que los funcionarios públicos sostenían.
Narra que llegaron a casa de Manlio, Olegario Vázquez Aldir, Ernesto Rivera y su pareja, y aunque trataron de convencerlo de que se fuera a su casa para descansar, a sólo tres horas y media de que comenzara el noticiero de Radio Fórmula, Ciro les llevó la contra y, como vimos y atestiguamos, se presentó. Ordenó sus pensamientos, encendió el micrófono y brotó de su voz, de su ser, el periodista involucrado, e hizo la crónica de lo que le sucedió para tratar de cercenar las falsedades.
Confiesa que Saskia Niño de Rivera, con sus entrevistas a El Bart, le ayudó muchísimo. Así como le sirvió estudiar y revisar el tema y sus hipótesis con Miriam Moreno, Manuel Feregrino y Humberto Padgett.
Maquiavelo decía que el éxito del hombre depende de su virtud y la fortuna.
Le pregunté: ¿Qué lo salvó, el destino o el azar?, ¿qué priva más en la vida, el destino o el azar? ¿O será que el azar fue y es tu destino?
CGL: “No lo sé. Tampoco hago una reflexión tan filosófica, o tan metafísica, o tan teológica sobre el tema. Yo creo, y lo digo también en una reflexión que hacen algunos autores; cito aquí a Philip Roth, sobre el azar, que finalmente determina todos nuestros hechos, el azar, la tiranía de la contingencia.
“Yo creo que hay un azar que acomoda las cosas, que pone: ¿por qué estabas parado ese día en tal lugar?, ¿por qué, lo digo, unos niños que jugaron juntos todo un verano, que comieron juntos, que se bañaron juntos, unos contrajeron la poliomielitis y otros no?
“¿Por qué? Yo soy un agnóstico, que conoce muy bien la religión católica, pero creo, creo en el azar, creo en la tiranía de las contingencias. Por eso repito, esa noche yo tuve muchísima suerte.
“Es más, esas no sólo 24 horas, esas 48 horas tuve muchísima suerte. ¿Qué es la suerte, Lourdes? ¿Qué fue la suerte? ¿Alguien acomodó todo esto? ¿Un dios lo planeó así? ¡Qué gran guionista ese dios!”
–¿Qué perdiste?
CGL: “¿Qué perdí? El privilegio de moverme solo en mi ciudad.”
–¿Te quisieron matar por ser periodista?
CGL: “Yo manejo cuatro hipótesis posibles. Una de ellas es que esto pudo haber sido consecuencia del trabajo, de los trabajos que hicimos. Muchas veces toqué el tema con Manuel Feregrino, con Miriam Moreno, con Humberto Padgett, con el equipo, e íbamos haciendo listas, y cuando llegábamos a 85 posibilidades de gente… decíamos: ‘Cualquiera de ellos pudo haber sido o pudo no haber sido ninguno de ellos’”.
–Sor Juana, en El divino Narciso, dijo que jamás dejaría de estar defendiendo al dios de las semillas. ¿Qué es lo último que tú dejarías de defender?
CGL: “Mi vida no es de lo último, ni tampoco es del trabajo de mi vida, ni la nota de mi vida, ni el juego de mi vida, pero, sin duda, me la moduló, me la ajustó. Lo primero, tomé plena conciencia de en qué momento de mi vida me encontraba y dije: ‘yo ya estoy en el otoño de mi vida’… y no tenía plena conciencia de eso antes del atentado.
“No me lo cambió en términos de que ahora soy un paranoico, y ahora no duermo, y dejé de comer, y dejé de sonreír. No, no, no, no. Todo eso lo pude seguir haciendo. Pero fue un llamado de atención brutal para ubicarme en la fragilidad de una vida que, en mi caso, comienza a coincidir con la fragilidad de la edad”.
En la contraportada del libro sale en una cazadora azul marino, que compró recién llegado a Madrid, y tras caminar por el parque del Retiro; al llegar al hotel, estaba manchada de aceite… ¿Quién te lo aventó?, ¿qué pasó? En el libro lo leerán.
¿Qué sintió al ver a la banda en las audiencias? ¿Quién se chingó a quién? ¿A un amigo se le dispara a la cabeza, señor presidente? ¿Tu vida sigue en riesgo? ¿Si tuvieras a AMLO enfrente, qué le dirías? ¿Tus abogados, Javier Coello Trejo, Javier Coello Zuarth y Javier Esquinca, te piden callarte, que dejes de provocarlo?
Las respuestas las tendrán al leer el libro y ver la entrevista que le hice al periodista que quiero, respeto y admiro, en mi programa La Otra Verdad por YouTube. Imperdible.

“Sin hechos no hay verdad, y esa madrugada de lobos no tendría por qué ser la excepción. Si alguien me disparó en la cabeza, no sé quién fue, no sé por qué lo hizo. A nadie podía acusar, tampoco exoneraba nadie”.
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Columna Sobremesa de Lourdes Mendoza en El Financiero
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