México.- En las zonas altas de Oaxaca y Chiapas, donde hay bosques nubosos, aparece el vuelo del quetzal, un ave con un largo plumaje verde y rojo, que además era sagrada y emblemática para los antiguos mayas.
Sin embargo, está catalogada por la Norma Oficial Mexicana (NOM-059-SEMARNAT-2010) como en peligro de extinción y, debido a la deforestación, fragmentación y degradación del ambiente, su alimentación se ve afectada.
La palabra “quetzal” proviene del náhuatl quetzalli, que significa “cola larga de plumas brillantes”, dijo en entrevista para UNAM Global Alejandra Alvarado Zink, investigadora de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC), aunque algunos estudiosos afirman que también puede significar “plumas hermosas en su larga cola”.
Para las personas que vivían en los bosques de niebla eran algo mágico: no pasaban desapercibidos debido a la longitud de su cola, que puede medir hasta un metro.
Biología del quetzal
Los científicos clasificaron a los quetzales dentro del grupo de los Trogoniformes, término que, explicó Alejandra Alvarado Zink, “proviene del griego y significa mordisquear o roer”.
Más específicamente, estas aves suelen ampliar cavidades blandas o aprovechar huecos ya existentes en árboles muertos para anidar, en lugar de perforar madera dura como lo hacen los pájaros carpinteros.
Regularmente habitan entre 1200 y 3000 metros sobre el nivel del mar, dependiendo de la región. En México, los bosques de niebla -donde se encuentran- ocupan alrededor del uno por ciento del territorio nacional.
A pesar de que los bosques de niebla ocupan un área muy pequeña en México, son los que concentran más biodiversidad. Lamentablemente estas áreas se encuentran en peligro de desaparecer debido a varios factores, como la deforestación causada por la ganadería y la agricultura.
Los quetzales también resultan afectados por el cambio climático, ya que necesitan cierta temperatura y humedad para que los bosques mantengan la neblina. El calentamiento global provoca un aumento en la temperatura y, por ende, una disminución en la humedad de estas zonas, destacó la entrevistada. “No sólo las zonas son frágiles, sino también las especies que las habitan”.
Aunque existen campañas de protección, algunas personas continúan cazándolos por la belleza de sus plumas. También hay quienes creen que podrían ser mascotas; sin embargo, son aves muy difíciles de mantener en cautiverio porque requieren frutas específicas y un microclima húmedo, condiciones que raramente se pueden reproducir fuera de su hábitat natural.
Dispersores de semillas
Los quetzales son frugívoros, es decir, se alimentan principalmente de frutos. En los bosques donde habitan existen árboles parientes del aguacate llamados aguacatillos (Ocotea, Nectandra y otros).
Estas aves ingieren los frutos completos; algunas semillas grandes las regurgitan, mientras que otras más pequeñas pasan a través de su tracto digestivo y son defecadas, lo que ayuda a que germinen en nuevos sitios. Este proceso es crucial para la regeneración y la diversidad genética de los bosques de niebla. Por ello, se les considera bioindicadores de la calidad del hábitat.
Reproducción y movimientos
Estudios han mostrado que los quetzales pueden vivir más de una década en libertad (se han registrado individuos de hasta unos 15 años en cautiverio). Son aves solitarias la mayor parte del tiempo, pero durante la época reproductiva -de marzo a junio- los machos despliegan su llamativo plumaje para cortejar a las hembras y juntos construyen el nido en cavidades de árboles muertos. Generalmente ponen dos huevos y ambos padres participan en su cuidado.
A lo largo del año se mueven a diferentes partes del bosque, normalmente buscando zonas más altas, lo que ayuda a evitar depredadores como ardillas, búhos y halcones que atacan huevos y polluelos.
El quetzal en la cultura
Esta ave ha impactado tanto en tiempos prehispánicos como actuales. Por ejemplo, el penacho atribuido a Moctezuma está formado por plumas de quetzal, y su imagen aparecía en vestimentas ceremoniales. “Eran plumas muy preciadas”, comentó la especialista.
En la actualidad, Guatemala adoptó el quetzal como símbolo nacional: da nombre a su moneda y aparece en el escudo de armas y en la bandera.
Investigaciones en la UNAM
La UNAM ha jugado un papel clave en el conocimiento y conservación del quetzal. La bióloga Sofía Solórzano, de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, y su equipo han identificado diversas poblaciones, no solo en México, sino también en Centroamérica -Guatemala, Costa Rica y Panamá-.
Además, han estudiado la genética de estas aves para entender cómo la fragmentación de los bosques afecta sus poblaciones y prever su futuro. Esta información permite diseñar estrategias de conservación más precisas y efectivas para cada región.
Estas investigaciones son fundamentales: para proteger al quetzal primero hay que comprender su ecología, su genética y las amenazas que enfrenta.
“La información que hemos obtenido permite que los proyectos de conservación sean mucho más precisos y efectivos para cada población”, concluyó Solórzano.
Con ello, la ciencia aporta herramientas clave para que esta ave emblemática siga volando en los bosques de niebla de México y Centroamérica.
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