México.- En medio de una historia de amor se enlazan el poder y la verdad, el contexto es una sociedad manipulada y privada de sus derechos, donde solamente el líder posee la palabra y la autoridad, tal es el tema que aborda la puesta en escena de 1984, basada en la novela homónima de George Orwell, bajo la dirección y adaptación de Gaële Boghossian, a cargo de la compañía francesa Collectif 8.
La obra se presentará en el Teatro Estefanía Chávez Barragán, de la Facultad de Arquitectura, los días 9 y 10 de octubre a las 6 p. m. y el 11 de octubre a la 1 p. m., en el Festival Cultura UNAM 2025.
Para Boghossian, los totalitarismos se basan en la desaparición de la memoria particular que deviene la extinción de la memoria social. En ese sentido asegura que hace teatro para vivir en el mundo, para resistir. “El teatro es una manera de hacer política”, afirmó.
“No sé si el poder puede ir con la verdad, pero lo que sí puedo asegurar es que el poder no puede ir con muchas cosas humanas. He visto que, si una persona tiene todo el poder, lo transforma, no hay humanidad, no hay verdad”, expresó la directora de la compañía.
Del poder, agregó la destacada directora escénica, viene la manipulación, porque no se trata de la confianza, ni de la autoridad, sino de una enajenación sobre los otros.
También en el teatro hay poder: “Cuando dirijo, tengo un equipo a mi alrededor, y tengo poder sobre ellos, pero prefiero rechazarlo, y mejor adquirir la confianza, y no transformarla en algo que puede perjudicar todo el proyecto”.
Acompañada por el actor Paulo Correia, quien junto con Damien Remy y Judith Rutkowski, integran el reparto de la puesta en escena, la directora recordó que la propuesta escénica nació en el 2020, el año de la pandemia de Covid-19.
“Lo que pasó ese año impulsó más los teléfonos inteligentes que tienen micrófonos y cámaras. Todo el contenido, como imágenes e información íntima, se van a la memoria de ese aparato inalámbrico”.
La directora leyó la obra de Orwell cuando era una adolescente. La lectura fue definitiva. Sentía que había referencias suyas, pero sobre todo miedos personales en ese texto distópico. En el proceso de adaptación realizó 26 versiones distintas.
“Necesitaba hablar de todo esto, especialmente con los jóvenes que utilizan estos objetos tecnológicos y no saben lo que pasa con la información que comparten”, lamentó.
Confesó que de eso quería hablar, no sólo con los jóvenes, sino también con los espectadores de más edad, porque esto ya ha pasado, pasa hoy y pasará mañana, y “debemos recordarlo desde el presente para que no se repita”.
En esa labor el teatro es importante, porque hay gente de verdad, no se trata de una película, no hay filtros, no hay pantallas, es una relación directa, más suelta, y el espectador tendrá su juicio.
“Cuando el público sale de la sala no puede hablar, porque la obra es muy fuerte, y cuando hablamos después hay muchas cosas que se han olvidado, y hacemos teatro para eso, para recodar y decir que esto puede surgir de nuevo”.
Consideró que la obra tiene de todo, por ejemplo, uno se acostumbra a una realidad que puede no ser la correcta, que es tóxica, pero con el tiempo toda la gente lo acepta.
Apuntó que el público se identificará más con el personaje de Juli que con el de Winston, porque está llena de entusiasmo, vive su vida paralela a la sociedad y manifiesta su preocupación ante los cambios.
La puesta forma parte de la programación del Festival CulturaUNAM y se da gracias a la colaboración con el Instituto Francés de América Latina y el Festival Internacional Cervantino.
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Foto Megahann Stanley
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