Durante su mensaje al pueblo en el Zócalo, con motivo de su primer año al frente del país, la presidenta Claudia Sheinbaum nos recordó algo esencial: el Humanismo Mexicano no es solo una visión política, es también una manera de entender la vida, una forma de colocar en el centro la dignidad, la justicia y el bienestar de las personas. Y si hay un ámbito donde esa visión se hace palpable, es en la cultura.
La cultura no es un lujo. Es la raíz que sostiene la identidad de los pueblos. Está en el canto que se escucha al amanecer en las comunidades rurales, en los murales que cuentan historias en las paredes de los barrios, en las manos que tejen, pintan o escriben para no olvidar quiénes somos. Es ahí donde el Humanismo Mexicano se vuelve real: en el encuentro entre las personas, en la expresión libre, en la memoria compartida.
A lo largo de mi trayectoria, he tenido la fortuna de recorrer distintas regiones del país y constatar que una biblioteca comunitaria, una orquesta infantil o un grupo de teatro local pueden transformar la vida de una generación entera. La cultura entretiene, pero además educa, reconcilia y dignifica.
Y también la cultura es resistencia. Cuando las circunstancias duelen, cuando las noticias pesan, el arte se levanta y, al hacerlo, nos recuerda que seguimos aquí, que tenemos algo que decir, que hay futuro. Crear, pintar, escribir, tejer o cantar son actos de esperanza, y cuando esas expresiones se comparten, transforman todo.
Una muestra de ello fue México Canta, una iniciativa impulsada por el Gobierno de México, cuyo objetivo fue descubrir narrativas musicales alejadas de la apología de la violencia y que, en cambio, generaran otras en torno a la grandeza de nuestro país.
Al mismo tiempo, se buscó promover y preservar los diversos géneros tradicionales de la música mexicana, fortaleciendo con ello la identidad nacional y demostrando que la cultura también puede ser una vía poderosa para construir y consolidar la paz.
De ahí que el Humanismo Mexicano nos recuerde la importancia de seguir construyendo un país donde la cultura también tenga espacio; donde el arte sea un derecho y no un privilegio; donde la cultura sea una herramienta que fortalezca nuestras raíces, la paz, el encuentro y la transformación social.
En la cultura está la raíz de nuestra identidad, la fuerza que nos une y la semilla de un México más justo y más humano. Porque cuando una comunidad canta, pinta o cuenta su historia, también se está curando. Y un país que sana desde su cultura, florece desde su interior y es capaz de transformar el entorno para bien de todas y todos.
X: @RicardoMonrealA
clh