El tiempo pone a cada quien en su lugar. En Puebla, ese reloj parece ajustarse con una precisión quirúrgica. Existe un discurso por la profesionalización en el Poder Judicial, los reportes, investigaciones y testimonios recientes revelan un costado menos luminoso: la persistencia de una maquinaria judicial de extorsión que no se esfumó con ningún cambio de gobierno. Solo se reacomodó. Mutó.
Aunque se presume renovación, el subsuelo del poder cuenta otra historia.
Las cloacas nunca cerraron. En días recientes salió a flote el entramado operado por funcionarios de la Fiscalía que llegaron de fuera con prácticas poco ortodoxas y vínculos enquistados. Diversas líneas de investigación coinciden: ese grupo vendía información judicial y extorsionaba a empresarios y figuras políticas. Operaba como un sistema paralelo de control.
No surgieron de la nada. Eran continuidad, no ruptura. Rostros reciclados del barbosismo que participaron en la fabricación de carpetas a modo, incrustados como piezas estratégicas en la vida judicial del estado. Esas carpetas nunca desaparecieron: solo cambiaron de manos y después se comercializaron.
Ahí están los nombres de quienes movieron hilos en expedientes de diseño; personajes jurídicos de aquella época; el fiscal que avaló las carpetas fabricadas, y -según los propios dichos del “Animal de Tehuacán”- la presencia discreta de un operador político de la Cámara Alta que actúa como aval simbólico de sus abogados.
Todos ellos formaron parte de un engranaje que sobrevivió al discurso de renovación. Y hoy resurgen justo cuando se denuncian nuevas extorsiones… y cuando Miguel Ángel Celis Romero reaparece acompañado por abogados del viejo panismo y operadores menores con apetito de carroña política.
¿Coincidencia? El contexto dice otra cosa. En el centro del torbellino está Miguel Ángel Celis, mejor conocido como el “Animal de Tehuacán”. Su sello ha sido siempre el mismo: exagerar contactos, inflar relaciones, presumir supuestos apoyos políticos desde el interior del penal, como si un aparato invisible estuviera dedicado a su liberación.
Entre sus dichos resalta la versión de que tiene el apoyo de un personaje del Senado que “moverá los hilos”. Una narrativa diseñada para fortalecer su imagen ante los suyos, más que para reflejar la realidad.
Hay un hecho incontestable: Celis está preso por sus actos, no por una vendetta política. No lo encierra la dirigencia estatal de Morena, Olga Lucía Romero Garci-Crespo ni lo sostiene la mano de un adversario. Lo sostiene un proceso penal derivado de un conflicto empresarial y familiar, agravado por sus propias decisiones.
En un audio que él mismo filtró, Alfonso Celis se lo dice con claridad quirúrgica:
“Quien me metió un acta no fue Monina. Fuiste tú.”
Sin embargo, el Animal insiste en tejer su versión melodramática: la de un perseguido político víctima de una conspiración que solo él ve.
Hace unos días circuló un audio en el que Alfonso Celis, devastado emocionalmente por la muerte reciente de su padre, insulta a la esposa de Miguel. El audio, editado y filtrado por el propio Animal, pretendía atacar a Alfonso.
Pero terminó retratándolo a él. Los audios fueron el reflejo en el espejo, fiel.
Reveló tres cosas: Miguel guardó silencio cuando insultaron a su esposa; que usó el insulto para montar una narrativa de victimización; y que Alfonso hablaba alterado por un duelo personal evidente.
El segundo audio fue más lapidario: Alfonso confronta a Miguel por sus agresiones. La respuesta del Animal fue helada y brutal: “Quizás te lo merecías.”
Ese es el personaje que hoy quiere presentarse como víctima ante la opinión pública.
La conversación pública en Puebla cambió. Dejó de hablar de coincidencias y empezó a hacerlo de conexiones: Operadores judiciales del pasado reapareciendo en momentos clave; abogados del viejo régimen panista sumándose al rescate del “Animal” de Tehuacán; extorsiones que resurgen con patrones similares a los de otros sexenios; carpetas fabricadas que se reciclan como mercancía; y un personaje que inventa complots porque no puede enfrentar la realidad jurídica que él mismo detonó.
Mientras tanto, Alfonso Celis mantiene una postura institucional, defendiendo el legado familiar por la vía legal. Y al final, la frase de siempre vuelve a encontrar su lugar: El tiempo pone a cada quien en su lugar. Las piezas caen en su sitio.
@FerMaldonadoMX
clh