México.- Las plantas, como cualquier otra especie en el planeta, migran con el paso del tiempo. Sin embargo, su proceso es mucho más lento, después de todo no pueden sólo tomar sus maletas y partir a un nuevo destino, ya que el movimiento se da mediante sus esporas o semillas, las cuales son transportadas a lo largo de varias generaciones por los elementos de la naturaleza, como el viento o el agua. Incluso algunos animales las “ayudan” al consumirlas y desecharlas como parte de su ciclo digestivo.
Ese tipo de procesos pueden tomar decenas de años en efectuarse, generalmente a la par de lentas transformaciones en el clima del planeta. Sin embargo, gracias al calentamiento global y las acciones antropogénicas, estos cambios podrían no ocurrir con la suficiente rapidez, poniendo a miles de especies en peligro.
Un ejemplo de eso sucede actualmente en los bosques de niebla mesoamericanos, como se muestra en el estudio “Upslope plant species shifts in Mesoamerican cloud forests driven by climate and land use change” (https://www.science.org/doi/10.1126/science.adn2559), publicado por la revista Science y en el que participaron investigadores del Instituto de Biología (IB) y la Escuela Nacional de Estudios Superiores, campus Morelia de la UNAM, así como de la Universidad de Miami y el Instituto de Ecología, A. C.
En el artículo se muestra cómo en los bosques nubosos mesoamericanos el cambio climático y la deforestación en conjunto han generado un desplazamiento ascendente promedio en los rangos de distribución de las especies desde 1979.
“El cambio global –se explica– impulsa en el orbe modificaciones en la biodiversidad, las cuales son poco comprendidas en regiones tropicales altamente diversas. En las montañas tropicales, se espera que las plantas migren principalmente hacia zonas de ascenso en respuesta al calentamiento. Para evaluar esto, analizamos los cambios en los rangos de elevación de las especies en los bosques nubosos mesoamericanos utilizando tres décadas de registros de presencia de las especies”.
“Nuestros hallazgos revelan un desplazamiento promedio hacia zonas pendiente arriba de 1.8 a 2.7 metros por año desde 1979, impulsado por el retroceso hacia zonas pendiente arriba de las especies de montaña menos termófilas. Estos desplazamientos se acompañan sobre todo de un retroceso en los bordes inferior y superior, atribuido a diversos grados de exposición de las especies a la deforestación y al cambio climático. Nuestros resultados resaltan la vulnerabilidad de los bosques nubosos ante el cambio global y la urgencia de aumentar el monitoreo de las respuestas de las especies”, añade el texto.
Colecciones de datos
Para Santiago Ramírez Barahona y Angela Cuervo Robayo, autores principales del estudio quienes laboran en el Instituto de Biología, la investigación inició durante la pandemia al revisar diversas colecciones científicas de datos del IB y otras instituciones internacionales, consultadas a través de la iniciativa Global Biodiversity Information Facility que les permitió acceder a los datos de los herbarios nacionales de Brasil, Costa Rica y Panamá, entre otros.
“Entre muchas conversaciones se dio la oportunidad de empezar a entender cuál ha sido la respuesta de las especies a partir de los datos que están depositados en las colecciones científicas. No basarnos solamente en hacer proyecciones a futuro, en las que la incertidumbre es enorme, porque hay una amplia variación en lo que nos dicen estos escenarios de cómo será el clima, sino ver si ya está pasando algo, si lo podemos detectar”, relató Cuervo Robayo.
“Las especies se mueven y lo han hecho históricamente a lo largo del planeta. Hemos tenido alrededor de cinco glaciaciones, y esto ha provocado que se muevan, generando mayor diversidad y riquezas en algunas zonas. Lo que sí es preocupante es la crisis en la que estamos. Y es que la tasa de aumento en la temperatura ocurre muchísimo más rápido que en los últimos 200 mil años. Las especies obviamente van a responder, pero no a la misma velocidad en la que está sucediendo este cambio en el clima”.
Otro problema, apuntaron los especialistas, es la presencia humana en estos ecosistemas. La agricultura y las obras de infraestructura, como acueductos, ciudades o grandes carreteras impiden el movimiento entre generaciones de plantas y sus dispersores. Cada metro cuadrado que cambia su uso de suelo pone presión adicional en dichas zonas.
¿Casos de éxito?
A pesar de las circunstancias actuales, ciertas especies de plantas han conseguido de manera exitosa “moverse” con el pasar del tiempo. ¿Cuál es la diferencia entre unas y otras? Para Santiago Ramírez Barahona ésa es “la pregunta del millón”. “En el artículo tratamos de probar la hipótesis de que las especies que se dispersan son las que tienen semillas chiquitas o son hierbas anuales, logran moverse más rápido. Vemos, por ejemplo, que los árboles van un poco más lento o las plantas con semillas dispersadas por gravedad también están respondiendo de forma más rezagada. Pero sigue habiendo mucha variación y no sabemos muy bien de dónde esté saliendo”, reflexionó.
Ramírez Barahona recordó que “un revisor del artículo nos decía: ‘pero, ¿cómo es que se mueven las plantas? ¿Le salen patitas?’. No, no les salen patitas, pero básicamente lo que está ocurriendo es que las plantas tiran sus semillas y únicamente aquellas que logran llegar a estos lugares donde se mantienen más o menos las condiciones de humedad y temperatura es donde hay un reclutamiento de nuevos individuos y ahí crecen. Aquellas plantas con semillas que caen, por ejemplo, ladera abajo, a suelo más caliente no logran germinar, no crecen y se mueren. Se secan”.
Ahora, “estamos viendo –agregó– un proceso de selección, básicamente tiran las semillas y las que caen donde está bonito crecen y las poblaciones migran conforme pasan las generaciones. Por esto creemos, por ejemplo, que las plantas anuales serán más eficientes, porque estamos hablando de que cada generación produce semilla cada año y esto les da más tiempo. Un árbol que se tarda 30 años en producir semillas, será más difícil que logre avanzar”.
Además, mencionó, “probamos otra de las hipótesis que teníamos: en realidad lo que está pasando es que están falleciendo. No es que estén migrando, sino que los individuos de zonas más bajas mueren, y esto cuando lo analizas en términos numéricos va aumentando el rango de elevación, pero solamente porque estás quitando la colita debajo de la distribución. Entonces hay dos procesos, uno de migración y otro de desaparición”.
Existe “evidencia de que tiene que ver con cuestiones más fisiológicas. Hay datos de cómo están haciendo el intercambio de gases, sobre qué tan tolerantes son al cambio; por ejemplo, hay especies que toleran mejor los periodos de sequía cada vez más frecuentes y otras no. Justo empezamos la secuela de este artículo tratando de entender un poquito más a profundidad por qué unas especies están respondiendo y otras no”, anunció.
¿QUÉ ES?
De acuerdo con Santiago Ramírez Barahona, investigador del Instituto de Biología, se le llama bosque de niebla (aunque también se le nombra nuboso o tropical húmedo de montañas) a aquel que “ocupa franjas de elevación muy particulares que están en temperaturas no frías como los bosques de pinos, ni calientes como las selvas húmedas; son también ambientes muy húmedos, la gran mayoría de esa humedad viene dada por la niebla”, explicó.
“El término que se le da es precipitación horizontal, que en muchos casos llega a superar incluso la cantidad de lluvia que hay. En cuanto a las especies de plantas que existen, son muy particulares, por ejemplo, abundan las epifitas y helechos. Pero básicamente se definen por la elevación (están en altitudes entre 600 y 3 mil 100 metros sobre el nivel del mar) y las mencionadas condiciones climáticas tan distintivas”, agregó Ramírez Barahona.
Mientras que la también investigadora del IB, Angela Cuervo Robayo, los definió así: “En menos palabras: es el lugar donde puedes estar más cerca de las nubes. Se encuentran a lo largo de todas las sierras: desde las sierras Madre Oriental y Madre Occidental, la Sierra Madre del Sur, Los Altos de Chiapas, y llegan hasta Colombia, bajando por el cinturón montañoso”.
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