México.- La mecánica cuántica en astronomía surge como una herramienta imprescindible para interpretar el universo. En una conferencia ofrecida por el Dr. Luis Felipe Rodríguez Jorge en el Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM en 2025, explicó cómo esta disciplina permite comprender desde la formación estelar hasta fenómenos extremos, lo que la vuelve esencial para la astronomía moderna.
Cómo enriqueció la cuántica a la astronomía
A lo largo del siglo XX, la mecánica cuántica revolucionó la comprensión del universo, proporcionando un marco teórico que describe con gran precisión el comportamiento de las partículas subatómicas. Aunque a primera vista parece un campo alejado de la inmensidad del cosmos, la realidad es que la astronomía moderna no podría avanzar sin las herramientas y conceptos que esta disciplina ofrece.
Desde la formación de estrellas y la evolución de galaxias hasta la detección de exoplanetas y la comprensión de fenómenos extremos como los agujeros negros y la radiación cósmica, la mecánica cuántica se ha convertido en un pilar fundamental para interpretar las observaciones astronómicas.
En el marco del centenario de la mecánica cuántica, el Dr. Luis Felipe Rodríguez Jorge, investigador emérito del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM, ofreció la conferencia “Cómo enriqueció la cuántica a la astronomía”, en la que destacó la relevancia, historia y aplicaciones de esta compleja rama de la física en el entendimiento del universo.
100 años de cuántica
El Dr. Rodríguez inició su ponencia recordando que en 2025 se cumplen cien años de la primera formulación matemática de la mecánica cuántica, propuesta por Werner Heisenberg en 1925. Su enfoque, basado en matrices —un concepto poco familiar en ese momento—, describía con éxito el comportamiento de los electrones en los átomos, pero fue tan novedoso que muchos físicos tuvieron dificultades para comprenderlo.
Al año siguiente, en 1926, Erwin Schrödinger presentó una formulación alternativa, basada en ecuaciones diferenciales y ondas, más intuitiva para la mayoría de los científicos de la época. Ambas teorías, aunque diferentes en apariencia, resultaron equivalentes y forman hoy parte del mismo marco teórico.
“Aunque muchos estudiantes la ven como difícil o incluso frustrante, la mecánica cuántica es una herramienta poderosa que usamos constantemente, incluso si todavía debatimos cómo interpretarla”, señaló el Dr. Luis Felipe Rodríguez Jorge, investigador emérito del IRyA, UNAM.
Una de tantas contribuciones
En la historia de la ciencia, pocas figuras han transformado nuestra comprensión del universo como lo hizo la astrónoma Cecilia Payne-Gaposchkin. A principios del siglo XX, se pensaba que el Sol y otras estrellas compartían una composición química similar a la de la Tierra.
Sin embargo, esta idea se basaba en observaciones limitadas y carecía del respaldo de teorías físicas avanzadas. Fue en este contexto cuando Payne, influida por su formación en física y por los avances recientes en mecánica cuántica, decidió abordar el problema desde una nueva perspectiva científica.
Este descubrimiento cambió para siempre la comprensión de la composición estelar.
Así, se convirtió en la primera en demostrar que las estrellas están compuestas principalmente de hidrógeno y helio. Este descubrimiento, revolucionario en su tiempo, fue posible gracias a la aplicación de la teoría de ionización de Saha, una herramienta derivada de la mecánica cuántica y la termodinámica. Esta teoría permite predecir cómo los átomos se ionizan -es decir, cómo pierden o ganan electrones- en función de la temperatura y la presión, factores clave en el entorno extremo del interior estelar.
Lo que hizo Payne fue utilizar esta teoría para interpretar los espectros de las estrellas, que muestran líneas oscuras o brillantes asociadas con elementos químicos. Si bien las líneas de ciertos elementos como el hierro o el calcio eran prominentes, Payne comprendió, gracias a los principios cuánticos, que la intensidad de estas líneas no indica necesariamente una mayor abundancia. Así, pudo demostrar que el hidrógeno, aunque produce líneas espectrales más débiles en ciertas condiciones, es en realidad el componente principal de las estrellas.
Radiación del cuerpo negro y su rol cuántico
Este es uno de los fenómenos más fundamentales en la física y la astronomía. Se refiere a la energía electromagnética que emite un objeto debido a su temperatura. Aunque el concepto proviene de un modelo ideal -el cuerpo negro, que absorbe y emite radiación perfectamente- su comprensión ha sido clave tanto para el desarrollo de la mecánica cuántica como para interpretar el comportamiento térmico de estrellas, planetas y otros cuerpos celestes.
Las estrellas, por ejemplo, emiten luz de manera muy similar a cuerpos negros. Analizando sus espectros, los astrónomos pueden estimar con gran precisión la temperatura superficial de una estrella, su luminosidad, e incluso deducir su tamaño o edad. Además, este tipo de radiación permite estudiar la energía térmica de planetas, discos protoplanetarios y la radiación de fondo del universo.
“En 1900, Max Planck propuso que la energía no se emite de forma continua, sino en unidades discretas llamadas cuantos. Su hipótesis revolucionaria -de que la energía de un cuanto es proporcional a la frecuencia de la radiación (E = hν) permitió derivar una fórmula precisa para el espectro de radiación de un cuerpo negro, en perfecto acuerdo con los datos experimentales”, sostuvo el Dr. Luis Felipe Rodríguez Jorge, investigador emérito del IRyA, UNAM.
Este fue el primer indicio serio de que la física clásica no era suficiente para describir los procesos a nivel atómico y marcó el inicio de una nueva era en la física teórica.
¿Por qué el Sol no se apaga?
Abordando una pregunta aparentemente simple -“¿Por qué no se apaga el Sol?”-, el Dr. Rodríguez ilustró cómo la mecánica cuántica permite explicar la generación de energía en las estrellas. A diferencia de una fogata, que se apaga al consumir su combustible químico, el Sol obtiene su energía mediante reacciones nucleares.
En el centro del Sol ocurren reacciones llamadas fusión nuclear, en las que átomos de hidrógeno se combinan para formar helio, liberando una enorme cantidad de energía que llega a la Tierra en forma de luz y calor.
Según la física clásica, los protones del hidrógeno no deberían poder unirse, ya que ambos tienen carga positiva y se repelen -como cuando intentamos juntar los mismos polos de dos imanes-. Para explicar este fenómeno entra en juego un principio cuántico: el efecto túnel.
Gracias al efecto túnel, el Sol brilla sin apagarse durante miles de millones de años.
Importancia cuántica en la evolución estelar
La mecánica cuántica no solo nos ayuda a entender cómo nacen y brillan las estrellas, como el Sol, sino también cómo terminan su vida. Cuando una estrella como el Sol se queda sin combustible, ya no puede seguir produciendo energía. Entonces empieza a encogerse por su propio peso, pues la gravedad tira de toda su masa hacia el centro.
Pero aquí sucede algo sorprendente: el principio de exclusión de Pauli, que establece que ciertas partículas, como los electrones, no pueden ocupar el mismo estado cuántico ni estar demasiado cerca unas de otras. Esto genera una presión cuántica que detiene el colapso. Aunque ya no queda energía, esta presión impide que la estrella siga encogiéndose.
“Gracias a eso, el Sol (y otras estrellas pequeñas) no desaparecen por completo, sino que terminan convertidas en algo llamado enanas blancas: estrellas muy densas y pequeñas, del tamaño de la Tierra, pero con una masa enorme”, dijo el Dr. Luis Felipe Rodríguez Jorge, investigador emérito del IRyA, UNAM.
Cuando esa primera presión no es suficiente y la estrella sigue colapsando, aparece otro tipo de presión cuántica, esta vez causada por los neutrones, y se forma una estrella de neutrones, aún más pequeña y más densa. Si la estrella es lo suficientemente masiva, ni siquiera esa presión basta para detener el colapso, y se forma un agujero negro.
Fluctuaciones cuánticas y estructura cósmica
Uno de los aportes más trascendentes de la mecánica cuántica es su papel en la formación de estructuras cósmicas. En los primeros instantes del universo, todo era homogéneo: “había el mismo número de partículas en cada región”, explicó el Dr. Rodríguez.
Sin embargo, esta uniformidad no permitiría la formación de galaxias o estrellas. Lo que se necesita es una inhomogeneidad, una pequeña diferencia en la densidad, para que la gravedad pueda actuar y formar estructuras. “¿Cómo se originan esas diferencias? Gracias al principio de incertidumbre de Heisenberg”, añadió.
Este principio permite que, incluso en el vacío, surjan espontáneamente pares de partículas y antipartículas. En el universo primitivo, debido a su rápida expansión, muchas de estas partículas no se aniquilaron por completo, y dejaron pequeñas variaciones de densidad.
Estas fluctuaciones cuánticas fueron las semillas del universo que habitamos.
Aportes mexicanos a la astronomía cuántica
Durante su exposición, el investigador emérito del IRyA reconoció las importantes contribuciones de los astrónomos mexicanos Manuel Peimbert y Silvia Torres, quienes han trabajado en la determinación de la abundancia química del universo, una labor clave para entender cómo y dónde se formaron los elementos.
Conclusión: la cuántica como ingrediente esencial
El Dr. Luis Felipe Rodríguez cerró su exposición subrayando que, aunque la mecánica cuántica sigue planteando profundos desafíos conceptuales, su éxito práctico es indiscutible.
“Ahora conocemos mejor la composición química de la superficie de las estrellas que la del interior de la Tierra”, señaló el Dr. Luis Felipe Rodríguez Jorge, investigador emérito del IRyA, UNAM.
Gracias a la mecánica cuántica, se han identificado todos los elementos de la tabla periódica en el espacio, así como más de 200 moléculas, incluyendo agua, monóxido de carbono y compuestos más complejos. Esta capacidad de ver lo invisible desde la Tierra, gracias a los principios cuánticos, es uno de los logros más impresionantes de la ciencia moderna.
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