Hay algo fascinante —y a veces inevitablemente gracioso— en la forma en que muchos hombres se enfrentan a la vida: como si cada situación cotidiana fuera una final de campeonato. ¿Quién abre más rápido una botella de agua? ¿Quién encuentra antes el lugar de estacionamiento? ¿Quién termina primero la carne asada? Lo que para otros es un detalle menor, para ellos se convierte en un “torneo invisible” en el que el verdadero premio no es material, sino el orgullo de decir: “te gané”.